PALABRERÍAS

Blog de un adicto a la palabra.

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Un buen escritor nunca debe perder la capacidad de sorpresa. Así debiera ser también con las palabras. Ese material que todo el mundo utiliza y que parecemos tener tan por la mano, y que sin embargo renovaría nuestra escritura si nos dedicáramos a bucear en el diccionario lo suficiente.

Habla Angel Zapata, en su libro La Práctica del Relato, que la buena escritura es aquella que es capaz de hallar cocodrilos encima de la cama. Es decir, aquella capacidad para encontrar cosas sorprendentes en lo cotidiano.

Creo que un buen ejercicio con el que cualquier escritor debe renovarse constantemente es encontrar esos cocodrilos en el lenguaje.

A ver, os pongo un ejemplo. Todos sabemos qué quiere decir «sacar de quicio», ¿verdad?

Y sin embargo, ¿cuantos sabemos qué es un quicio?

De tan manido que está el término, lo llegamos a dar por asumido. Ok, quizás no os había pasado con quicio, seguro que muchos sabíais que es el soporte de madera de las puertas donde se ponen las bisagras. Pero supongo que os habéis encontrado cualquier otro caso similar…

Os propongo un pequeño ejercicio muy básico, que, creo, os puede ser útil:

1. Conseguir tarjetas o cuartos de folio que os sirvan de punto de lectura.

2. Leer el libro o artículo o lo que sea que queráis leer. Subrayad toda aquella palabra que no estéis seguros de conocer o desconozcáis por completo. También podéis subrayar cualquier palabra en la que simplemente queráis profundizar a pesar de tenerla ya muy vista, o, como en mi caso, cerciorarse de qué diantre era un quicio.

3. Es importante ser sistemáticos en este punto: no os detengáis a apuntar cada palabra en la tarjeta a medida que la vayáis encontrando. Vamos, seguro que sois de los que leéis con un lápiz al lado (bolis no, ni se os ocurra) preparado para desenfundar y desvirgar a tachones el texto. Destinadlo a subrayar o a marcar con un círculo la palabra y esperad.

4. Leer de manera placentera. No convirtáis la lectura en una carrera de trabas en el que perdáis el punto, tengáis que reencontrarlo y resituaros constantemente en lo que os estaba contando el autor. Deteneos cada dos, cuatro o seis páginas, en algún punto en el que sepáis encontraros luego, y entonces anotar la palabra en la tarjeta, junto con el número de página, y si queréis el contexto en el que aparece.

5. Cuando hayáis acabado la sesión de lectura, y os apetezca, dedicadle media hora al diccionario. Buscad las palabras que habéis apuntado en la tarjetita. Apuntad cuantos significados necesitéis para aumentar vuestro ya vasto saber.

6. En mi caso, en aquellas palabras que tengo dudas del significado, véase «llaga o herida que se hace la bestia por ludirle el aparejo» (véase matadura), me gusta buscar en google, a ver si encuentro la palabra en otros contextos o incluso mirar en Google Images. Ya se sabe, vale más una imagen que ciento volando…

El resultado: Un pequeño lingo particular, que luego pasa a formar parte de como uno ve y nombra las cosas, y por ende, crea. Simplemente una herramienta, un sistema con el que coger bagaje lingüístico con el que enriquecer vuestros caldos de cultivo literario.

Por supuesto, sólo es un sistema de muchos posibles. Cada uno seguro tendrá el suyo. Pero creo que la idea merece la pena. ¿Es así? Os animo a exponerlo, palabreros. 

miércoles septiembre 13, 2006 - Posted by | LogoPhilia

2 comentarios »

  1. Creo que la frase original se refiere más a ver lo «sobrenatural» en lo cotidiano, a explicar un hecho cotidiano de manera interesante o con diferentes puntos de vista (más subjetivos que objetivos), tipo realismo mágico.

    Lo que dices de enriquecer el vocabulario y hacer una especie de mapa semántico personalizado me parece una idea interesante.

    Saludos Aleximandro

    Comentarios por Seriol (tu lingüísta favorito) | viernes septiembre 15, 2006 | Responder

  2. En efecto, se refiere a eso mismo que tú dices, Sergio. Yo lo aplico también al uso de las palabras. Es posible ver las que utilizamos de forma cotidiana desde perspectivas nuevas y sorprendentes. Esa es la moraleja de mi experiencia con «quicio».

    El caso es: ya que es desde las palabras entre otras cosas que denominamos la realidad, que menos que aportar frescura a nuestro vocabulario de forma sistemática, ampliando las posibilidades de términos y expresiones que ya conocemos.

    Una buena manera de hacer esto, también, es volver a la etimología de la palabra… (¡se que a tí esto te encanta!).

    ¡Gracias por el comentario!

    Comentarios por Alex | viernes septiembre 15, 2006 | Responder


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